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¿Por qué ruge el león?

Hace mucho, mucho tiempo, el león era el rey de la sabana, pero aún no sabía rugir.  
Por esa época existía un cocodrilo muy juguetón que se dedicaba a molestar y salpicar a todos los animales de la sabana que osaran jugar en la charca.
Los animales estaban muy molestos, pero ningún animal se atrevía a enfrentarse al cocodrilo.
Al final, todos los animales, decidieron juntarse en la casa de la palabra para comentarle su disgusto al león.

La tortuga, el animal más sabio, se acercó con cautela al león y con su habitual diplomacia le dijo:

—Mi amado Rey. Necesitamos que nos ayudes con el molesto cocodrilo. Nadie más puede usar la charca desde que este animal se dedica a salpicar y asustar al resto de animales que osan acercarse al agua.

Fue entonces cuando el rey, convencido de que el problema era grave, decidió hacer algo. 

Pero el rey tenía dudas de que el cocodrilo le escuchara. Era el rey, pero no sabía rugir.

El rey se acercó muy despacio a la charca. Y con voz apacible le dijo al cocodrilo:

—Querido cocodrilo. Ha llegado la hora de que dejes de molestar al resto de animales que quieren usar la charca.

El cocodrilo, con una sonrisa maliciosa, miró al rey y le preguntó: 

—¿Ah, si? ¿Y como vas a hacer para imponer tu voluntad, querido rey?

Todos los animales, testigo de este encuentro, empezaron a decir al rey que debía rugir para imponerse al molesto reptil.
Pero el rey no sabía rugir. Aún no sabía.

Fue entonces cuando la astuta tortuga, después de mucho meditar, le dijo al león:

—Mi querido rey, debes encontrar tu rugido en la cueva profunda. Pregúntale con toda la fuerza de tu voz dónde está tu rugido. Los espíritus que habitan en la cueva te lo dirán.

El rey, atento a las palabras de la sabia tortuga, encaminó sus pasos hacia la cueva.

Una vez en ella, empezó a preguntar a la oscuridad dónde estaba su rugido.

Lo hizo muy tímidamente y con un poco de miedo. Pues nadie solía ser tan valiente como para entrar en la cueva profunda.

Como respuesta el rey escuchó su propio eco. Sin embargo, pensó que eran los espíritus burlándose de él.

Enfurecido, con toda la fuerza de su voz, volvió a preguntar dónde estaba su rugido.

Sorprendido, escuchó nuevamente sus palabras a través del eco de la cueva profunda.

No tardo mucho en darse cuenta de que en realidad estaba escuchando su propia voz. Y que sin quererlo, había sacado un potente rugido capaz de asustar a cualquier animal de la sabana.

No en vano, él era el auténtico y legítimo Rey.

Entonces se dijo:
—¡Por fin encontré mi rugido!

Y, satisfecho, fue con rapidez a enfrentar al cocodrilo.

En cuanto llegó a la charca el rey se puso enfrente del cocodrilo y le dijo:

—Querido cocodrilo, es el momento de que dejes que el resto de animales disfruten también de la charca.

El engreído cocodrilo, pensando que el león no sabría imponerse, se burló de él.

—¿Y como piensas convencerme, querido rey?, le dijo con una sonrisa.

El rey león, muy enfadado, abrió su boca todo lo que pudo y empezó a rugir con toda la fuerza de su voz.

—¡Largo de esta charca, molesto animal! ¡Todos los animales merecen usar este espacio!

El cocodrilo, amedrentado, salió corriendo de la charca.

Mientras el resto de animales celebraban bailando y cantando el triunfo de su rey.

Y así fue como el rey león, venciendo sus propios miedos e inseguridades, encontró su rugido.

FIN.

Créditos

  • Locuciones: Eva García Pérez, Alberto Nanclares da Veiga, Santi Mijarra Rodríguez, Ana Díaz Salanova y Camila Monasterio Martín.
  • Grabación, montaje de audio y banda sonora: Camila Monasterio Martín.
  • Mezcla de sonido y masterización: Santi MIjarra Rodríguez.

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